Sorel garabateó sobre los andamios de la melancolía
su último relato. Eran las cuatro de la tarde. El banco derruido de la plaza lo
sostenía; si es posible que se pueda sostener a alguien que hace años es volátil,
etéreo. La soledad se descubre en espacios abiertos. Las líneas de ese relato
estaban impresas en su mente. Las repasaba una y otra vez. Eran los recuerdos de
una vida tediosa y lejana. Descubría, ahí, que lo bello se dio siempre a partir
de percepciones erróneas. Que la vida
cotidiana es trágica siempre que no sea inusual. Y que lo inusual es efímero. Partió
entre sus dedos una galletita y esparció
las migajas sobre la vereda. Seguía dibujando el relato en su cavilación; uno termina
padeciendo los recuerdos, los maldice. El olvido puede ser dulce también. Dulce
como aquellas primaveras jóvenes, como las tardes y las lunas jóvenes. Al pensar
en ello odió el recuerdo. Inclinó su cabeza hacia atrás y no encontró respaldo,
lento cerró los ojos y entre sollozos se fue convirtiendo en un vago fantasma. Tres
palomas se posaron sobre su arrugada piel, otra sobre su pelo blanco. Sorel no
es un hombre en particular en alguna plaza cualquiera, sorel es un genérico que
describe otra cosa. Sorel es donde reposan las palomas.
Hay un cuadro de una pintora Entrerriana, el cual, como todo buena expresión artística, dice más de lo que muestra. Muchas veces, la captación estética es solo una parte de la obra, y el tono sentimental o abstracto, digamos, se lo debemos a la interpretación de otros condimentos que matizan la obra; que la llevan a exaltarse, a sublimarse, a conmover. La autora es Carmen Hernández, y lo creó así: Ella paseaba distraída por el monte cuando de pronto vio la imagen de un voraz y famélico gato cimarrón que espera agazapado, estático, sobre la rama de un gran algarrobo. La quietud del animal era tal que permanecía inmutable ante ruido o presencia alguna. A unos pocos centímetros, se encontraba el nido de un pájaro y sus pichones que el felino estaba acechando para alimentarse. Y un poco más allá, un camachuí calmo y sosegado, cuyo pequeño zumbido daba la musicalidad al momento. Y que a su vez, producían la turbación, la espera, e indecisión del gato, ya que el menor exabrupto h...
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