Un pequeño niño de cinco años debuta actuando en un music hall oyendo murmullos y susurros. Sin saber que con el tiempo será un protagonista central del naciente séptimo arte. Pero también, de un hecho minimalista que lo marcará de igual o mayor medida para toda su eximia carrera artística. Ese momento nimio es el siguiente: en un pasillo tras bambalinas, en un pequeño estudio de grabación, de un incipiente poblado de California, donde hacía poco se había trasladado la ignota industria cinematográfica huyendo de los altos impuestos de la city neoyorquina, en plena entreguerra, allí este muchacho Británico, que comenzaba a dar sus primeros pasos en el cine, escuchó de pasada, de quién sabe — algún técnico, productor o simple transeúnte —, el murmullo que se le grabó para siempre: “Everything is a movie”. Esa frase conmovió a Charles Chaplin, aquel joven, que en esos recovecos de Hollywood se sintió perplejo. Al escucharla descubría, o caía en la cuenta; sobre la fragilidad de lo co...