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Dejar el pucho




El pensador esloveno Slavoj Zizek nos muestra lo que él llama una matriz sistemática entre repetición y final, donde señala la falsedad de que la libertad de elección posibilita el cambio ante cualquier obstáculo. Sino que visualizar ese cambio, suscita irremediablemente la garantía de que no se llegará a ningún tipo de solución. Para ejemplificar esto, Zizek, nos habla del problema de dejar el pucho en clave psicoanalítica:
“La conciencia de que puedo dejar de fumar cuando quiera garantiza que no lo haré nunca, pues la posibilidad de dejar de fumar es lo que bloquea el cambio; permite aceptar seguir fumando sin mala conciencia, de manera que el dejar de fumar se halla constantemente presente en el mismísimo origen de seguir haciéndolo. Deberíamos imaginar una situación en la que un sujeto debe obedecer la orden siguiente: puedes fumar o no, pero en cuanto empieces a fumar ya no tendrás elección, no se te permitirá dejarlo. En estas condiciones, mucha menos gente escogería fumar. Cuando ya no puedo tolerar la hipocresía de esta excusa permanente, el siguiente paso consiste en una inversión inmanente de esta postura: decido fumar y proclamo que este es el último cigarrillo de mi vida, de manera que disfruto fumándolo con la plusvalía especial que proporciona saber que es mi último cigarrillo, y vuelvo a hacerlo una y otra vez, repitiendo sin cesar el final, el último cigarrillo. El problema de esta solución es que sólo funciona (es decir, sólo genera plusvalía del goce) si cada vez que proclamo que este es mi último cigarrillo creo sinceramente que lo es, de modo que esa estrategia también se viene abajo. Entonces, el siguiente paso consiste en que el sujeto que hasta ahora ha intentado dejar de fumar porque es peligroso para su salud mental y física; cambia de estrategia y afirma que debería fumar todo lo que quiera, pues la salud no es realmente un problema, sino que el único rasgo patológico es la obsesión de fumar y su pasión por dejar de hacerlo. Por lo tanto, a lo que habría que poner fin no es al hecho de fumar, sino al propio intento de fumar. Como era de esperar el efecto de este cambio es catastrófico: en lugar de sentirse por fin aliviado y capaz de fumar (o no) sin sentimiento de culpa, el sujeto (usted) se siente perturbado y desesperado. Fuma como un loco, y sin embargo se siente totalmente culpable y no obtiene ninguna satisfacción narcisista de esa culpa. Desesperado, se viene abajo. Haga lo que haga, resulta un error: ni las prohibiciones ni la permisividad funcionan, no hay salida, ningún compromiso placentero; y puesto que fumar ha sido el centro de su vida, incluso el hecho de fumar pierde su sentido, no tiene objeto. Así que, totalmente desesperado, sin que tampoco sea una gran decisión, de un día para el otro; deja de fumar. De esta manera, la salida surge de manera inesperada cuando el sujeto acepta que la situación es totalmente desesperada.”
La apuesta es poder dejar de lado las posibles alternativas, y animarse a lo inesperado, a lo improbable. Esta tendencia humana de atarnos a las posibilidades destruye nuestro carácter renovador, nos retiene; impávidos. La teoría de Zizek sirve para varios ámbitos de nuestra vida o quizás para todos. Pero por ahora, intentemos sólo dejar el pucho.   

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