Cierta
vez leí una frase de Descartes que quedó como una de las cinco o seis que
siempre me acompañan (creo que era de Descartes): “Cambio todo lo que sé por la
mitad de lo que no sé”. La valoro porque puedo trasladarlo no solo al criterio
académico, sino, y sobre todo, al humano.
El
conocimiento incomoda, fatiga, produce esencialmente ese fantasmagórico inconformismo
basado en la razón, para que los sentimientos se trasluzcan en acción.
Ante
esto, uno podría exclamar: estudiantes, no seamos demasiado estudiosos, seamos
humanos también. Pero no dejemos las estadísticas, para poder discutírselas en
todo terreno a quien sea y como sea, incluso para resultar así más generosos que cualquiera de
todos esos datos duro. Compartamos el conocimiento para que haya más debates,
más ideas, menos infamia. De este modo habrá, también, menos pibes en la calle,
será menos gélida la realidad.
Pues
entonces, estudiantes: dejemos la mediocridad, abandonemos la mecedora junto a
la salamandra, abramos los ventanales, las puertas (de la percepción diría
Aldous Huxley), liberemos los pasillos, los claustros, las aulas, y que ingrese
el frío del mundo. Para que con el sol del conocimiento podamos entibiar su
ira, y al horror de sus mendacidades quemar suavemente.
Estudiantes:
a todos los que la injusticia nos ha tendido un vacío alguna vez. Y nos ha
desviado por las calles de los abismos. Sepamos que los actos de mediocridad e
infamia, que allí anidan, son ruines y depravados; y además se colman y recrean cuando por torpeza o descuido también nosotros incurrimos en ellos. Son voraces actos de vanidad que se alimentan y multiplican cada vez que ilusamente los cometemos. Evitémoslo, evitemos la conformidad y la comodidad; que son tan crueles. No hay
esperanza en ellas. No nos engañemos, se sale sabiendo y siendo humano.
Seamos,
mejor, estudiantes incansables. Aprendamos, conozcamos. Seamos seres vivientes,
libres de prejuicios.
En
la calle, la vereda, afuera de la Facultad Pública. Defendiéndola Siempre.
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