Ir al contenido principal

Marat

 



Yo Marat, el escriba de la Revolución, el redactor del diario “El amigo del Pueblo”, el que dicta los nombres de los enemigos de la Republica que caminaran hacia la libertaria guillotina. El que escapó de sus perseguidores sumergiéndose en la osamenta y salió enfermo pero indemne; limpio y puro, como esta nueva Francia jacobina. Yo que dejé de lado la ciencia por la política y que hoy dictamino las sentencias e impongo las leyes del nuevo régimen. Soy Marat y entiendo lo que va a pasarme, porque el destino y el futuro están de mi lado, usted vil Carlota va a matarme con el cuchillo que esconde. Usted, insolente mujer girondina, no entiende lo que está aconteciendo: mi sangre derramada en esta bañera donde escribo no opacará el viento arrasador de la libertad, la igualdad y la fraternidad. No mermará el terror que imponemos a nuestros adversarios. Usted Carlota Corday, no me mata: me vuelve eterno, me vuelve mártir. Esto se afirmará cuando, mi partidario Jacques-Louis David, me retrate póstumo para la posteridad en un agraciado cuadro. Este trece del Mesidor, yo Marat, gracias a usted; me convierto en símbolo, en Arte.   

Comentarios

Entradas populares de este blog

La tenacidad y el miedo

Hay un cuadro de una pintora Entrerriana, el cual, como todo buena expresión artística, dice más de lo que muestra. Muchas veces, la captación estética es solo una parte de la obra, y el tono sentimental o abstracto, digamos, se lo debemos a la interpretación de otros condimentos que matizan la obra; que la llevan a exaltarse, a sublimarse, a conmover. La autora es Carmen Hernández, y lo creó así:  Ella paseaba distraída por el monte cuando de pronto vio la imagen de un voraz y famélico gato cimarrón que espera agazapado, estático, sobre la rama de un gran algarrobo. La quietud del animal era tal que permanecía inmutable ante ruido o presencia alguna. A unos pocos centímetros, se encontraba el nido de un pájaro y sus pichones que el felino estaba acechando para alimentarse. Y un poco más allá, un camachuí calmo y sosegado, cuyo pequeño zumbido daba la musicalidad al momento. Y que a su vez, producían la turbación, la espera, e indecisión del gato, ya que el menor exabrupto h...

Las llaves

  Perdí mis llaves, se extraviaron inusitadas; y lo digo en tercera persona ya que no concibo la posibilidad de mí culpa. Ni siquiera un descuido, solo desaparecieron. La pérdida de un objeto con una funcionalidad tan clara me deja del lado de la intemperie.  ¿Por qué extraviar una llave nos desubica, nos aturde? Incluso, algunas veces, hasta nos entristece.  Poseía el objeto tangible, no eran llaves digitales  – como sé que existen también – ; esas son imposibles de perder, tal vez si de olvidar. El olvido tiene el mismo valor que la perdida, si de llaves hablamos. También, las llaves simbolizan lo vedado, lo oculto, pero: ¿Qué hacemos cuando se nos es vedado el propio objeto de la ocultación? ¿Qué cosas nos suceden al momento de perder una llave? Además, claro está, de situarnos del lado de la intemperie.  Tenerla, poseerla es, de alguna manera, adjudicarse un poder. Tener la potestad de controlar, de ocultar o develar algo. Una fortaleza ante el otro lado ...

El ciclo

  Los días suceden ser similares y cíclicos. Hoy por ejemplo es viernes, podría ser lunes, o –“Dios me libre”– domingo. Estoy completamente saciado; el arrojo, la despreocupación y la libertad me abordan. Mi cuerpo, el agua, la música… Una pequeña sonrisa tras un verso en un poema de Gelman parece completarme. Pienso en salir: al sol, a la vida, al verde instante… Me siento inmundamente feliz. En la pubertad del tiempo que fácil es, a veces, sentirse bien. Pero: ¿Y el resto? Lo que no tiene que ver con uno: ¿Y los otros?   Como no alcanzo a comprender el individualismo; la aflicción  vuelve a mí y hace retornar el viejo ciclo de los días.