En ocasiones la
ansiedad nos cuesta caro, aunque a la postre puede dar grandes frutos. Era
sábado de nochebuena; una escalera caracol con una ventana entreabierta su destino
inmediato. El tipo ascendió veloz, peldaño a peldaño, una mujer lo esperaba
para la cita. En su premura y agitación no alcanzó a ver el filo del batiente y
recibió el golpe que lastimó su cráneo y lo dejó inconsciente. En esos últimos días
del año ‘38 en Buenos Aires un hombre llamado Jorge Luis casi muere, y para muchos, ahí, nace una nueva literatura universal y formidable. No lo sabemos. No sabemos
si el golpe y los posteriores padecimientos cambiaron la forma de escribir de
ese personaje, sino es que en realidad tomamos un acontecimiento fortuito y lo
transformamos en premonitorio por simple alegato, o si; −como casi todo−, es
pura metáfora. En fin, que decir de un golpe que nos trasforma la vida, hay
golpes incluso indoloros que nos cambian para siempre; que transforman nuestra
forma de ser y de pensar. En definitiva, nunca sabremos si allí, con ese golpe,
la literatura Argentina se elevó inmensa. Pero es posible pensar que un golpe siempre
oportuno, aunque metafórico, nos conmueve y nos impulsa renovados. Si fuera así,
por qué no atrevernos a desear golpes inesperados.
"El modo más seguro para ingresar a una costa desconocida es, y ha sido siempre, el estilo araña" -me lo había repetido una y otra vez-. Puesto que la persona ingresa al abismo con la protección y la seguridad de la tierra firme en la palma de las manos. No importa si las aguas están calmas o turbias. El mundo es una playa desmedida. La turbulencia o la quietud son solo apariencia, lo tenebroso es lo abisal; es el fondo, lo profundo. La gravidez de la espuma en los pies, la arena minúscula sosteniéndote y el sol sobre el ombligo. El modo araña es la forma de entrar al mundo, que es una playa desmedida. Miles de veces me lo dijo. Pero cuando atravesamos los médanos de la mano, y observó la playa desmedida que es el mundo: me soltó y corrió hacia ella, ¡vaya si corrió! Cuando sus pies tocaron el mar comenzó a dar saltos; como queriendo pisar sobre él, caminar sobre él, aunque solo salpicaba al hundirse. Luego se fue perdiendo en el horizonte. Muy retrasado llegué a la cost
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