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El golpe

 


En ocasiones la ansiedad nos cuesta caro, aunque a la postre puede dar grandes frutos. Era sábado de nochebuena; una escalera caracol con una ventana entreabierta su destino inmediato. El tipo ascendió veloz, peldaño a peldaño, una mujer lo esperaba para la cita. En su premura y agitación no alcanzó a ver el filo del batiente y recibió el golpe que lastimó su cráneo y lo dejó inconsciente. En esos últimos días del año ‘38 en Buenos Aires un hombre llamado Jorge Luis casi muere, y para muchos, ahí, nace una nueva literatura universal y formidable. No lo sabemos. No sabemos si el golpe y los posteriores padecimientos cambiaron la forma de escribir de ese personaje, sino es que en realidad tomamos un acontecimiento fortuito y lo transformamos en premonitorio por simple alegato, o si; −como casi todo−, es pura metáfora. En fin, que decir de un golpe que nos trasforma la vida, hay golpes incluso indoloros que nos cambian para siempre; que transforman nuestra forma de ser y de pensar. En definitiva, nunca sabremos si allí, con ese golpe, la literatura Argentina se elevó inmensa. Pero es posible pensar que un golpe siempre oportuno, aunque metafórico, nos conmueve y nos impulsa renovados. Si fuera así, por qué no atrevernos a desear golpes inesperados.  

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