Ir al contenido principal

Entradas

Las llaves

  Perdí mis llaves, se extraviaron inusitadas; y lo digo en tercera persona ya que no concibo la posibilidad de mí culpa. Ni siquiera un descuido, solo desaparecieron. La pérdida de un objeto con una funcionalidad tan clara me deja del lado de la intemperie.  ¿Por qué extraviar una llave nos desubica, nos aturde? Incluso, algunas veces, hasta nos entristece.  Poseía el objeto tangible, no eran llaves digitales  – como sé que existen también – ; esas son imposibles de perder, tal vez si de olvidar. El olvido tiene el mismo valor que la perdida, si de llaves hablamos. También, las llaves simbolizan lo vedado, lo oculto, pero: ¿Qué hacemos cuando se nos es vedado el propio objeto de la ocultación? ¿Qué cosas nos suceden al momento de perder una llave? Además, claro está, de situarnos del lado de la intemperie.  Tenerla, poseerla es, de alguna manera, adjudicarse un poder. Tener la potestad de controlar, de ocultar o develar algo. Una fortaleza ante el otro lado donde, sabemos, solo exi
Entradas recientes

El ciclo

  Los días suceden ser similares y cíclicos. Hoy por ejemplo es viernes, podría ser lunes, o –“Dios me libre”– domingo. Estoy completamente saciado; el arrojo, la despreocupación y la libertad me abordan. Mi cuerpo, el agua, la música… Una pequeña sonrisa tras un verso en un poema de Gelman parece completarme. Pienso en salir: al sol, a la vida, al verde instante… Me siento inmundamente feliz. En la pubertad del tiempo que fácil es, a veces, sentirse bien. Pero: ¿Y el resto? Lo que no tiene que ver con uno: ¿Y los otros?   Como no alcanzo a comprender el individualismo; la aflicción  vuelve a mí y hace retornar el viejo ciclo de los días.

Regalos

  Tomaba un helado en la esquina de la peatonal mientras miraba los transeúntes. Al otro lado, en una vidriera la imagen semejante a La noche estrellada de Van Gogh me produjo tristeza, un desánimo; una especie de olvido donde guardar los ojos . No recuerdo bien el porqué de ello. Si fue: la idea inquietante de soledad con tanta gente alrededor, un viejo recuerdo triste o, sencillamente, la impotente experiencia de apreciar la nimiedad del mundo. De todas formas, retrocedí buscando algo que mitigue mi angustia, intenté pensar en otra cosa. Volví la vista hacia mi mano y aparecieron, turgentes, el helado y el cucurucho. Me quedé en este último que era igual al Ubu Emperador de Ernst. Lo tenía en mis dedos. Me miraba con su ojo profundo y negro, y esa nariz carnación y fina. Su cabello chocolate me rozó una uña y la mojó con su frio sabor a té helado que, de inmediato, probó y limpió mi ansiosa lengua. Después, lo observé como se alejaba de mi boca mientras me volvía a obnubilar con la

El rescate imposible

  "El modo más seguro para ingresar a una costa desconocida es, y ha sido siempre, el estilo araña" -me lo había repetido una y otra vez-. Puesto que la persona ingresa al abismo con la protección y la seguridad de la tierra firme en la palma de las manos. No importa si las aguas están calmas o turbias. El mundo es una playa desmedida. La turbulencia o la quietud son solo apariencia, lo tenebroso es lo abisal; es el fondo, lo profundo. La gravidez de la espuma en los pies, la arena minúscula sosteniéndote y el sol sobre el ombligo. El modo araña es la forma de entrar al mundo, que es una playa desmedida. Miles de veces me lo dijo. Pero cuando atravesamos los médanos de la mano, y observó la playa desmedida que es el mundo: me soltó y corrió hacia ella, ¡vaya si corrió! Cuando sus pies tocaron el mar comenzó a dar saltos; como queriendo pisar sobre él, caminar sobre él, aunque solo salpicaba al hundirse. Luego se fue perdiendo en el horizonte.  Muy retrasado llegué a la cost

Traducción de unos versos de Donnie Speaks

  Falsario   Te escribí un poema, le dije Su mueca hilarante me retrajo Pidió permiso y siguió caminando Era el “No” que nace de lo aparente   Sobre esa ruta cayó el espantapájaros El falsario; no el de Girondo “No me importa” añadió alejándose Y miraba el sol como se miran las nubes   Ambos éramos Mitrídates de algún modo.   de D. L. Speaks   Forger   I wrote you a poem, I told him His hilarious grin retracted me She asked permission and kept walking It was the "No" that is born from the apparent   On that route the scarecrow fell The forger; not the Girondo's "I don't care" he added walking away And He looks the sun like seeing the clouds   We were both Mithridates in a way.   By Donald L. Speaks

En la tormenta

    Sabido es que luego de la tormenta acaece la calma −siempre que llovió; paró. Anuncia el dicho popular−. Para ciertos originarios americanos las tormentas eran el enojo de los Dioses, el descontento de los astros. Que al cesar expresa su divina piedad y conmiseración. Pero claro, ellos no conocían el idealismo Hegeliano que, de alguna manera, da otra impronta a esa teoría teológico-climática. Quien sí tomó las ideas del gran Friedrich fue Karl Marx para, luego, dar forma a toda su obra. Marx era, podemos decirlo así, un hombre en la continua tormenta, su vida era tormentosa en muchos sentidos. Pero eso no le impidió ponerse a pensar, y a pensar en grande… Uno de sus mayores héroes −oh paradoja que el propio Marx tuviera héroes− fue el activista Louis Auguste Blanqui. Tal vez aquella admiración fuera por su lucha inclaudicable, o quizás aún por ser otro hombre en la tormenta. Es indudable que lo era también; desde sus avatares políticos hasta sus largas estancias en la cárcel comp

El Educador y la Poesía*

Hace poco ha muerto, con un siglo largo a sus espaldas, Josep Eduard Almudéver Mateu, el último brigadista internacional. Josep Eduard era un poeta que iba de guerra en guerra contra los que se echaban la mano a la pistola cuando oían la palabra cultura. Y sabía que tenía que reír con el pueblo y llorar con el pueblo. Mientras que la derecha amiga de la prosódica formal y de las zonas VIP en los conciertos es más amiga de fusilar poetas. Una maldición añadida de la época es que los educadores ya no leen poesía. Y entonces, sin escudos ni catapultas, se apodera de ellos la lógica simplona de los destornilladores. Se convierten en analfabetos incapaces de cuestionar otra gramática que la de lo predecible. Ni aceptan otros adjetivos que los epítetos, que son esos adjetivos que no aportan nada a los sustantivos; como hielo frío, agua líquida o lealtad perruna.  En algún aniversario, aprovechan y seleccionan algún poema, casi siempre un fragmento para que moleste menos, de manera que