Perdí mis llaves, se extraviaron inusitadas; y lo digo en tercera persona ya que no concibo la posibilidad de mí culpa. Ni siquiera un descuido, solo desaparecieron. La pérdida de un objeto con una funcionalidad tan clara me deja del lado de la intemperie. ¿Por qué extraviar una llave nos desubica, nos aturde? Incluso, algunas veces, hasta nos entristece. Poseía el objeto tangible, no eran llaves digitales – como sé que existen también – ; esas son imposibles de perder, tal vez si de olvidar. El olvido tiene el mismo valor que la perdida, si de llaves hablamos. También, las llaves simbolizan lo vedado, lo oculto, pero: ¿Qué hacemos cuando se nos es vedado el propio objeto de la ocultación? ¿Qué cosas nos suceden al momento de perder una llave? Además, claro está, de situarnos del lado de la intemperie. Tenerla, poseerla es, de alguna manera, adjudicarse un poder. Tener la potestad de controlar, de ocultar o develar algo. Una fortaleza ante el otro lado donde, sabemos, solo exi
Los días suceden ser similares y cíclicos. Hoy por ejemplo es viernes, podría ser lunes, o –“Dios me libre”– domingo. Estoy completamente saciado; el arrojo, la despreocupación y la libertad me abordan. Mi cuerpo, el agua, la música… Una pequeña sonrisa tras un verso en un poema de Gelman parece completarme. Pienso en salir: al sol, a la vida, al verde instante… Me siento inmundamente feliz. En la pubertad del tiempo que fácil es, a veces, sentirse bien. Pero: ¿Y el resto? Lo que no tiene que ver con uno: ¿Y los otros? Como no alcanzo a comprender el individualismo; la aflicción vuelve a mí y hace retornar el viejo ciclo de los días.